INFLUENCIAS DEL LIBERALISMO EN LOS CONCEPTOS DE DISCIPLINA ESCOLAR (Entrega 1 de 4)



La disciplina es, a la fecha, uno de los mayores desafíos a los que se enfrentan los actuales modelos educativos. Desde los años cincuenta del siglo pasado las propuestas y aproximaciones teóricas se han enfocado, especialmente, en solucionar necesidades concretas de manejo de la disciplina en el aula de clase y no se ha pasado a proponer u observar objetivos de largo plazo de las instituciones educativas con la sociedad (Butchart, Ronald ; McEwan, Barbara, 1998). Los disimiles resultados de la disciplina escolar han trascendido las esferas privadas de la formación educativa y se ha ido convirtiendo en un reto con cada vez mayor envergadura e impacto social.
Durante los últimos setenta años, sino más, la educación escolar ha sido cada vez más influenciada por el pensamiento liberal y ha desarrollado buena parte de sus paradigmas sobre las ideas de Dewey y su educación para la democracia. Asimismo, la aproximación al ser humano y la antropología que ha dominado la educación ha tenido como trasfondo filosófico a pensadores como Rousseau, Kant y Rawls y los efectos de esta influencia son cada vez más claros.  Uno de los frutos concretos de este pensamiento ha sido el de situar a la autonomía de la persona como valor sine qua non de la educación entendiendo que sólo un ciudadano autónomo podrá responder a  los desafíos que plantea una sociedad democrática y liberal.
La autonomía se ha ido convirtiendo en un fin en sí misma e, independiente de la aproximación teórica ((Son numerosos los autores, liberales, que han dado definiciones sobre la autonomía en educación, algunos de ellos serán referenciados más adelante en este trabajo, sin embargo, vale la pena mencionar los aportes que en este campo han hecho: K. Strike, E. Callan, D. Kerr y R. Dearden, entre otros.)) que tenga, persigue un mismo ideal: una persona auto-regulada, pero sobre todo auto-afirmada, auto-definida. El Papa Benedicto XVI expuso esta realidad y categorizó de manera muy clara el problema que resultaba de estas ideas sobre el ser humano al afirmar que en el paradigma autónomo: «el hombre debería desarrollarse sólo por sí mismo, sin imposiciones de otros, los cuales podrían asistir a su autodesarrollo, pero no entrar en este desarrollo.» (Benedicto XVI, 2010). Un ser humano que así se ha sido formado tenderá, necesariamente, al aislamiento y separación de los demás. [/pullquote]
La disciplina es uno de los componentes de la educación que más ha sido moldeado por el ambiente externo. La fuerza de la sociedad se ha visto plasmada en múltiples propuestas y aproximaciones de la disciplina. Las distintas filosofías educativas, especialmente desde finales del siglo XIX, han sido influenciadas por los sistemas políticos y, desde finales del siglo XX, por la ascendencia permanente de la psicología y la economía. Incluso, dentro del predominio de la economía es interesante leer acerca del entrepenurial self ((Es uno de los motores de la Unión Europea y su sistema educativo. Influenciado directamente por el pensamiento neoliberal es una aproximación al hombre donde él mismo se crea, donde solo él cuida de sí mismo.)) el cual se ha convertido en el nuevo paradigma del hombre moderno. Al utilizar los principios económicos como un molde indiscutible para el sujeto educado se va haciendo de éste un instrumento para la economía liberal, un hombre funcional para las operaciones del sistema. De esta manera las apuestas dentro de la educación se asemejan más a sistemas de control de calidad y se van creando «estructuras disciplinarias que pretenden mantener un orden más previsible y eficiente, pero resultando en una reducida autoridad de la institución y los docentes» (Butchart, Ronald ; McEwan, Barbara, 1998).
La influencia del sistema político y/o económico sobre la educación se concentra en dos aspectos fundamentales: por un lado la concepción acerca de quién es el ser humano y, desde otro ángulo, el sistema de valores o “moral” necesaria para el buen desempeño del sistema. El sistema social, por lo tanto, al formar a los futuros miembros que lo compondrán, se sigue auto-afirmando. Si el molde que se plantea como paradigma formativo es el mismo que se encuentra por fuera se cierra la visión y todo se maneja dentro de los parámetros que se ha deseado. Es decir, si todo el lenguaje de la educación y la formación se traducen a términos como eficiente, eficaz, competencia, etc., estos mismos serán los parámetros de evaluación y así se va retroalimentando.
Para el buen desarrollo del sistema económico liberal podemos hablar de tres virtudes principales que se convertirán en condiciones necesarias para el buen funcionamiento de la realidad: «Libertad: El liberalismo es ampliamente tolerante de las varias metas y propósitos humanos, excepto en aquellos que puedan generar conflictos con la libertad misma. Democracia: El liberalismo insiste en algunas formas de reglas democráticas como medios para poder arreglar disputas. La Razón Pública: El liberalismo espera que los ciudadanos resuelvan sus desacuerdos haciendo uso de los recursos, apoyados públicamente, de política y moral» (Stier, 2002). Si se carece de alguno de estos valores el sistema moral de derechos y libertades no podrá seguir adelante. Como producto de la necesidad de sostener estos tres principios rectores surge la autonomía como la forma más clara de alcanzarlos dentro de la educación, y se convierte en un fin en sí misma. Sin embargo, vale la pena resaltar la observación que al respecto hacía Hand: «durante los últimos treinta años la autonomía ha adquirido por lo menos tantas definiciones como defensores» (Hand, 2006, p. 3). Asimismo es interesante resaltar la afirmación de Dworkin, en la introducción sobre su propio concepto de autonomía, que resume de manera interesante la situación del estado del arte sobre la autonomía: «acaso la única característica que se ha mantenido constante, de un autor a otro, es que la autonomía es una característica deseable para la persona» (Dworkin, 1988).
La influencia del pensamiento económico liberal en la filosofía de la educación ha ido tiñendo también la mirada que se tiene sobre el ser humano. Del mismo modo el nuevo liberalismo (neoliberalismo) se ha convertido en una política de Estado, cuyo motor principal sigue siendo el laissez faire, laissez passer y que como tal debe salvaguardar el modelo por medio de una formación para el mismo. El neoliberalismo, así como su antropología y teleología, van constituyendo los objetivos generales de la sociedad en general. Solamente una formación consecuente del sistema podrá mantenerlo con vida. La educación, así, se convierte en una fuente de sustento para el sistema social: «De forma concurrente, con el ascenso de la ideología neoliberal, los estudiantes de la educación superior han identificado numerosos cambios a las finanzas, gobierno, y miembros de facultad de las instituciones de educación superior que son congruentes con la lógica, políticas y prácticas asociadas con el neoliberalismo» (Saunders, 2011).
[pullquote]Una de las tendencias más marcadas y evidentes de los últimos años para aproximarse a la educación es la invasión, por su rápida y fuerte entrada, de las ideas de mercado tales como los procesos de calidad, la competencia y la idea del estudiante y la familia como clientes. Esto se enfrenta con la búsqueda de identidad y factor de unión en la institución educativa. Las familias permanecen en una diáspora constante en la búsqueda de la institución que mejor pueda suplir sus necesidades, mientras las instituciones se van haciendo cada vez más amigables con sus “clientes” permitiéndoles influir cada vez más en las decisiones educativas. Ha sido propuesto tal vez como un modelo plausible, se une a todos en torno de un mismo ideal, por ejemplo la certificación de calidad, para así poder mantenerse en pie en el mercado, cada vez más competitivo, cada vez más operado por las fuerzas de oferta y demanda.[/pullquote]
El sistema económico mundial y el paradigma neoliberal procuran, a toda costa, un mundo competitivo, eficiente y veloz. Pero sobre todo un mundo que esté disponible y abierto a todo, que tenga como centro de su gestión una mirada sin mucho peso, que permita la entrada de muchas visiones y opciones para así solo ser firme con la idea de que todo es posible. Para alcanzar los ideales de la propuesta liberal, se han tenido que soltar algunas premisas, se han tenido que dejar de lado muchas líneas divisorias para poder ofrecer un modelo no excluyente, un modelo “tolerante” y “libre”.
Sobre esta base se van multiplicando y fortaleciendo los usos y definiciones sobre la democracia y la inclusión y, dado el respeto y centro que se les ha dado en la educación moderna,  es mucho lo que se ha ido arriesgando, mucho lo que se ha dejado de definir, mucho lo que se dejó a la individual elección. Si los valores que unen al sistema educativo y a los miembros de las instituciones son vagos, ambivalentes,  relativos, o se pueden acomodar a la diversidad  se pone en riesgo la misión misma de la educación. Su base constitutiva queda debilitada y se puede caer en una cultura contra-educativa, un paradigma nuevo sobre la formación donde, por el “bien común”, se haga de la persona y el sujeto educado un producto que podrá ser terminado y evaluado. La sociedad aprobará o desaprobará su “viabilidad” dentro del sistema. La producción preocupante de máquinas útiles, sistemas vivos pero inertes, cuerpos y mentes sin espíritu. Hombres útiles, prácticos, rápidos, anónimos, individuales, sin más referencia que el yo y el mercado.
Esta visión de la realidad que influye en la aproximación a la educación se concreta en un ser humano que, al concluir su formación básica, es competente, hábil para resolver los desafíos que el mundo le presenta, pero  cada vez más ensimismado, centrado en su propio avance, un ser humano para la democracia y el mercado pero, a fin de cuentas, siervo de ellos. La autonomía, que se pensaba como una ayuda para la educación y así para la sociedad, se convierte ahora en una carga y una de las más preocupantes realidades de la actualidad. Al buscar la autonomía como objetivo central de la educación se hace concreta la oscura realidad, planteada por el papa Benedicto XVI ante la Conferencia Episcopal Italiana en sus sexagésima primera reunión, de un hombre que busca hacerse a sí mismo, negando así su propia naturaleza pues ha olvidado que para «la persona humana es esencial el hecho de que llega a ser ella misma sólo a partir del otro, el “yo” llega a ser él mismo sólo a partir del “tú” y del “vosotros”; está creado para el diálogo, para la comunión sincrónica y diacrónica» (Benedicto XVI, 2010). Sólo bajo esta realidad, el ser humano, puede llegar a responder, verdaderamente, a quién es.
La definición por parte de los sistemas sociales y económicos del educando ha tenido una influencia directa en las concepciones sobre disciplina y así «la educación progresiva trajo consigo la inclusión de los psicólogos y los consejeros que siguieron aumentando el estilo corporativo de las burocracias escolares» (Butchart, Ronald ; McEwan, Barbara, 1998, p. 33). En la medida que los centros educativos y los paradigmas sobre educación tendían más hacia las necesidades empresariales el lenguaje dentro del proceso formativo empezó a transformarse y así: «El tema no siguió siendo una cuestión de voluntad, desobediencia o mal comportamiento; el tema no era la justicia, la equidad, o las formas de vida de la democracia, un discurso conscientemente marginalizado de dirección de salón de clase; el tema ahora era el estrés, la ansiedad, la frustración, y encontrar las formas de evitárselos a los niños. El niño no debía ser disciplinado ni darle unas medidas de control sobre su vida; solo debía ser entendido y su ambiente diseñado (engineered) y ajustado» (Butchart, Ronald ; McEwan, Barbara, 1998, p. 33).
Una de las últimas propuestas pedagógicas, resultado de variaciones del pensamiento antes expuesto, es el constructivismo. Su propuesta pedagógica, si bien plantea ideas interesantes, está basada sobre algunos supuestos que no permiten la búsqueda de la verdad y, particularmente en la disciplina, se plantea la posibilidad de que «se [vaya] construyendo por medio de la reflexión,  el diálogo y los principios de que son los propios estudiantes los que deben asumir sus responsabilidades consigo mismos y con los demás miembros de  la comunidad estudiantil» (Segura Castillo, 2005, p. 15). Bajo las premisas de construcción personalizada e individual por medio del diálogo, se plantea más bien un llegar a ser quien te gustaría ser, prescindiendo de toda naturaleza o constitución ontológica concreta del ser humano dejando así, a la libre elección, la misma definición del ser humano como tal.
Píndaro, en el siglo VI a.C., cantaba en su Pítica II «¡Ojalá sigas siendo tal como aprendiste a ser!» (Píndaro, 2002, p. 128).  Proponía así una definición clara de la educación: aprender para poder así llegar a ser el que eres. Dos filósofos contemporáneos han profundizado sobre la importancia de esta cita y sobre ella han sustentado dos claras ideas sobre la educación «… “Llega a ser el que eres” se inspira también en esa idea: si se es alguien, se trata de actualizar ese ser que se tiene como semilla fecunda» (Rojas Osorio, 2010, pág. 5). Jacques Maritain, por su parte, propondrá que «Nada es más importante para cada uno de nosotros, que llegar a ser un hombre. De esta manera, la tarea principal de la educación consiste en guiar el desarrollo dinámico por el cual cada uno se forma a sí mismo para ser un hombre» (Maritain, 1993, p. 13). Si partimos de la analogía propuesta por Rojas Osorio el constructivismo dejaría de lado la semilla y permitiría a la libre elección la construcción del estudiante de su propio ser, dificultando así la capacidad de cada persona de encontrar la verdad sobre sí.

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